Leña, fuego y aire son los principales ingredientes para que una chimenea funcione. Es simple, pero ¿conocemos realmente el proceso?

Para que una chimenea funcione correctamente debe estar limpia, ya hemos hablado de ello en anteriores publicaciones. Necesitaremos leña para encenderla, también es importante saber cuál es la más adecuada.

La finalidad de una chimenea es producir calor a través de la combustión de la leña, por tanto, una vez encendida, lo que sucede es que la chimenea, a través de la combustión de esa leña, calienta el aire que entra del exterior (que está más frío) y éste sale fácilmente al exterior calentando el ambiente. A mayor temperatura de la leña, más calor obtendremos.

Es un sistema de presión negativa, es decir, entra aire frío, éste se calienta y sube fácilmente. Los gases y el humo se expulsan al exterior a través del cañón, regulados por el tiro de la chimenea. El tiro es un elemento que regula la salida de humo al exterior, evitando que revoque y vuelva a entrar a nuestro hogar. Otra función que cumple esta placa de metal es impedir que el aire caliente salga al exterior cuando no se utiliza la chimenea.

Es importante que las conexiones de las diversas partes de la chimenea no tengan estrechamientos, escalones ni esquinas u otras obstrucciones internas. Asimismo, los materiales deben ser resistentes, refractarios y de calidad para evitar la corrosión.

Si además la chimenea cumple la función de aportar calefacción al resto de la casa mediante agua caliente, el funcionamiento consiste en calentar el agua mediante la combustión de leña y distribuirla por los diversos radiadores o paneles de la casa. Esta agua también se puede utilizar para el uso sanitario de baño y cocina instalando los elementos necesarios.

Como ya sabemos, el coste de utilizar una chimenea de leña como sistema de calefacción es mucho menor que la de calderas de gas u otras energías y produce menos emisiones.

 

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