Las consecuencias de la deforestación de los bosques tropicales equivale a un aumento de emisiones igual al total de  emisiones de CO2 que produce la Unión Europea en 10 años.  Y el Centro para el Desarrollo Global (CGD), con sede en Washington, ha vuelto a llamar la atención sobre la necesidad de poner freno a una práctica que acabará en los próximos 35 años con una superficie de bosque tropical igual a los territorios de la Península Ibérica, Francia, Alemania, Italia, Polonia y Suecia. O lo que es lo mismo, en el año 2050 habrá desaparecido una superficie de bosque tropical igual a 5 veces la superficie de España.

Según el estudio, si no se producen cambios en las políticas de conservación forestal, desaparecerán de la Tierra unos 289 millones de hectáreas de bosque tropical en los próximos 35 años. La destrucción de la selva tropical conllevará la emisión de grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, 169Gt aproximadamente. Estas emisiones representan una sexta parte del dióxido de carbono total que se puede emitir para evitar que el calentamiento global no supere los 2 grados centígrados.

El Centro para el Desarrollo Global plantea dos posibles vías para evitar la deforestación y la emisión de gases contaminantes: fijar un precio universal para las emisiones generadas en este proceso o desarrollar políticas forestales eficaces, como las implantadas en la Amazonia brasileña a partir de 2004.

Brasil implantó en 2004 el PPCDAM (Plan de Acción para la Prevención y Control de la Deforestación en la Amazonia Legal) que reunía políticas públicas, aumentar las áreas de suelo protegidas contra la tala, el rechazo en los mercados de materias provenientes de agricultores que deforestan ilegalmente y una mayor eficiencia en el aprovechamiento de la biomasa resultante.

La buena gestión del uso del suelo forestal  a través de su protección, rehabilitación y la mejora del aprovechamiento de la biomasa resultante, tanto de la tala como del mantenimiento del bosque tropical, son factores determinantes para evitar el grave riesgo de deforestación previsto.

En España, donde el gas natural es todavía la fuente energética más consumida, la biomasa está haciéndose un hueco cada vez mayor en nuestros hogares y este año se espera un incremento del 1,3%.

Este avance en el mercado se debe, no sólo a la posibilidad de tener un suministro continuo energético, también favorece una gestión ecológica de las masas forestales con el consiguiente aporte a la independencia energética y a la lucha contra el cambio climático.

Todavía hoy se talan árboles en espacios públicos o privados sin el mayor reparo, muchas veces sin mayor justificación, sin valorar otras posibilidades a la tala, no hablemos ya de “motivos estéticos” dudosamente justificables. Aun tenemos un largo camino que recorrer para parecernos a los países más avanzados en este sentido, donde un árbol es tratado con igual o más respeto que otro ser vivo o animal, dado además el carácter de longevidad que conllevan.

Además, el uso de la biomasa no sólo representa beneficios ecológicos y de abastecimiento, según la Asociación de Empresas de Redes Calor y Frío (ADHAC), las calderas y estufas de biomasa garantizan un 30% menos de gasto en la factura y un ahorro del 50% respecto al consumo de combustibles fósiles.

Por otra parte, la revista Nature urge igualmente a tomar conciencia de la importancia de los bosques, de su cuidado y de los riesgos que entraña la deforestación. A este ritmo, avisan, en 3 siglos habrán desaparecido los árboles de nuestro planeta. Sin duda, es hora de reaccionar.