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Como a quien le gusta un buen vino y dependiendo del momento lo elige blanco o tinto, las chimeneas también prefieren distintos tipos de leña según el momento y el tipo de fuego que vayan a generar…

Igual que sucede con el vino, la madera y la chimenea han de ser de buena calidad, ya que esto afectará al calor que genera, a su duración y al buen funcionamiento del aparato. Es importante que la instalación sea profesional y ofrezca todas las garantías, cumpliendo con las normativas vigentes sobre emisiones y seguridad.

A partir de ahí debemos conocer los distintos tipos de leña y sus características para elegir la más apropiada, porque no todas nos generan el mismo calor ni el mismo fuego.

Lo más importante es que la madera esté bien seca, así evitaremos exceso de humo o una mala combustión. Ahora veremos qué tipo es el más apropiado para alimentar nuestra chimenea de leña:

La leña dura produce más calorías y se quema despacio. Las chimeneas tranquilas que mantienen el fuego encendido a través de una combustión larga y duradera prefieren sin duda especies de hoja caduca. Producen un calor radiante y brasas incandescentes, entre ellas: el nogal, el roble, el fresno, y el olmo. El haya, el carpe, los frutales, o el abedul se prenden más rápido y nos aportan llamas más vivas, típico de las chimeneas más inquietas.

La madera blanda genera una combustión elevada y rápida, dando menos calor que las maderas duras. Las chimeneas la consumen para encender el fuego o avivarlo en momentos puntuales. Mediante esta leña, que se obtiene del pino, del abeto –produce menos hollín que el pino– y del alcornoque, se inicia el fuego fácilmente y después se pasa a leña más dura.

Por lo general, se recomienda el uso de maderas duras.

En el caso de los leños de coníferas, el gas que se crea en su interior, al calentarse busca el camino al exterior y esto puede provocar una explosión que lance astillas prendidas a varios metros, algo a tener en cuenta en chimeneas abiertas.

La leña de árboles frondosos deja salir el gas de forma fácil y las chispas son menos habituales, aunque cuanto mayor sea el calor del fuego, más gas se producirá. Para chimeneas intensas que producen un bello fuego de película lleno de luz y llamas crepitantes, el roble, el fresno o la acacia son sus maderas.

Aparte de todo esto, no olvidemos que se trata de aprovechar la biomasa existente en nuestra zona, por tanto debemos consumir los tipos de madera más abundantes y característicos de nuestro territorio. Seguramente esto también hará que su coste sea menor que el de adquirir leña de otras regiones más alejadas.

Las chimeneas del sur de España optan por la encina. Es el mejor combustible y muy cotizado por su poder calorífico; el olivo también es una buena alternativa en la zona.

En el norte predominan el roble y el haya. Aunque cada vez se busca más tener reserva de encina, considerada la reina de las leñas.

El olivo y el naranjo son los más demandados en Levante, su olor, durabilidad y poder calorífico son perfectos para chimeneas y para cocinar arroces.

Las chimeneas abiertas pierden parte del calor por el tiro, por eso prefieren siempre maderas duras. Y cuidado, han de estar siempre vigiladas o colocar rejillas que impidan el salto de chispas.

A las chimeneas cerradas les gustan tanto la leña dura como la blanda. Su rendimiento calorífico es superior al de las abiertas y los combustibles optimizan el consumo de calor de manera más eficiente.

Por último, tras esta recomendación de maderas para vuestras chimeneas, os dejamos una selección “gourmet” compuesta por diversos tipos de leña: abedul, por su corteza blanca; haya, arce o frutales, por el gran calor que generan; fresno y roble, para crear un fuego vivo y crepitante.

¿Qué tal si después de esto disfrutamos del fuego frente a la chimenea degustando una copa de buen vino?